Sociedad

El médico rural que maneja 6.000 kilómetros por mes para atender pacientes: 'Ellos me necesitan, y yo a ellos'

Viernes, 04 de Julio de 2025 . 00:02 Hs.

Mariano Frassa tiene 47 años, es médico generalista y trabaja en zonas rurales. En su camioneta maneja alrededor de 6000 kilómetros por mes para acercarse a las tres localidades del partido bonaerense de Chacabuco donde atiende a sus pacientes. Conoce no solamente el nombre y apellido de cada uno, sino también sus historias de vida y las de sus familiares. Con el método que le gusta llamar 'escuchatorio' deduce posibles factores de riesgo y antecedentes para llegar a un diagnóstico. Sabe de qué trabajan los integrantes de cada casa, a qué hora ir para encontrar siempre a alguien, y cada vez que aplaude para anunciarse lo reciben con una sonrisa y los brazos abiertos. En diálogo con Infobae cuenta el episodio que despertó su vocación durante la infancia, las veces que asistió partos en situaciones inesperadas, y las valiosas satisfacciones que le brinda la profesión que abraza con el alma.

Es de las personas que sonríe con los ojos, con una mirada que evoca carisma y templanza. Y así también es su entrega, genuina y transparente. 'Nací en el medio del campo, en una casa que queda a dos kilómetros de la localidad Ramón Biaus, de aproximadamente 100 habitantes en el partido de Chivilcoy, y ahí no había médico; entonces frente una emergencia había que hacer 30 kilómetros de tierra y barro para hacerse atender', comenta. Por eso, no se olvida más la preocupación que sintió cuando su madre sufrió un desmayo repentino luego de sentir un hormigueo en el brazo.

'Fue una situación que parecía una emergencia, que afortunadamente después no fue así, pero sentí que estábamos desprotegidos, sentí la necesidad en carne propia y ahí nació mi deseo de ejercer la medicina rural; aunque nunca pude hacerlo en ese pueblo por cuestiones de la vida, sí lo hago en otras localidades como Rawson , O'Higgins y Castilla, con 2500 habitantes, 1000, y 800, respectivamente', cuenta. La suma total da más de 4300 personas que pueden requerir de su servicio, y con muchos de ellos chatea diariamente para seguir de cerca sus tratamientos o recibir consultas hasta que los reencuentra personalmente.

Mariano recorre aproximadamente 300 kilómetros por día -algunos más, otros menos, dependiendo de la demanda- y por eso su camioneta es una herramienta esencial de trabajo. 'Invierto en el combustible y en que al vehículo no le falte nada porque es tan importante como el estetoscopio y el tensiómetro; la falta de accesibilidad genera mucha impotencia, y juega un rol fundamental', explica. 'Hace poco hubo un accidente en la ruta, no podía avanzar y me metí por otro camino de tierra y gracias a eso pude llegar. Tenía un paciente con falta de aire y dolor de pecho que me estaba esperando, y en ese trayecto ya iba pensando adónde podría derivarlo después de evaluar el cuadro, y en avisar al hospital más cercano para que tuviera preparada la ambulancia de ser necesario', revela.

Siempre le gustaron los paisajes donde el horizonte pueda verse, que el verde predomine y la tranquilidad acompañe para tomar unos mates después de una larga jornada. Fue la forma en que creció, y a los 12 años vivió el primer gran cambio cuando se mudó a Chivilcoy después de terminar la primaria. 'No había secundario en la localidad donde yo nací, así que tuve que dejar mi querencia, y de ahí me fui por seis años a La Matanza, Ciudad Evita, para ir a la universidad', relata sobre el comienzo de su eximia trayectoria.

Se quedó en casa de sus tíos mientras cursó la carrera, quienes lo recibieron con mucho cariño y lo acompañaron en la nueva rutina. 'Tomaba dos colectivos para llegar a Capital federal, que tiene una dinámica muy lejana a donde yo provengo, pero lo hice hasta el día que di la última materia, y decidí hacer la residencia de médico de familia en el Hospital del Carmen de Chacabuco, ya preparándome para ser médico rural, que era mi sueño', expresa. En menos de un año asistió 60 partos, además de cirugías, y una incontable cantidad de horas de guardia en las que atendió a niños, embarazadas y adultos.

Durante su época como estudiante también hizo una pasantía en Los Piletones de Margarita Barrientos. 'Me iba muy temprano en colectivo, y ella siempre me decía que yo entrara tranquilo con el guardapolvo blanco, porque por más problema que hubiera en la periferia, me iban a respetar; 'Ellos saben que al doctor que viene desinteresadamente a ayudarnos hay que cuidarlo, así que nadie le va a hacer nada', me decía, y así fue los seis meses que fui', relata. Aprendió muchísimo y lo considera otra pieza fundamental de su vocación. 'Me llené de satisfacciones, la veía a ella con toda la polenta que le ponía, y eso me fue nutriendo las ganas de colaborar que siempre sentí', destaca.

Luego se formó en el Hospital Ramos Mejía y más adelante en el Hospital Finochietto. 'En la Argentina tenemos una fábrica de médicos increíbles, que envidia toda la región de Latinoamérica y muy respetado en el mundo. A lo largo de mi educación no vi más que muestras de vocación, todos mis maestros me han enseñado que la medicina se practica de este modo y que el dinero es una circunstancia en la que te puede ir mal o bien, que depende de los avatares de la economía del país y de tu especialidad, pero que nunca iba a pasar necesidades haciendo la medicina como corresponde', sentencia.

Cuando todavía no había cumplido 30 años llegó la posibilidad de cumplir su gran anhelo, cuando le ofrecieron ser el director del hospital de la localidad bonaerense de Rawson. 'Había renunciado la directora y me hice cargo porque no había servicio de emergencia; iba con mi camionetita a la casa de la gente, y al mismo tiempo atendía en el consultorio hospitalario, manejaba el personal, y ahí tuve muchas vivencias que me forjaron como profesional', asegura.

Un día de lluvia lo llamaron para un parto domiciliario porque la paciente no iba a llegar al hospital, y fue en camino para traer a un niño al mundo. 'Una vez que lo tuvo, subimos a la mamá y al bebé a la ambulancia bien calentita, le sacamos la placenta y los llevamos al servicio de neonatología del hospital de Chacabuco', rememora. Confiesa que por más que sabía que formaba parte de su labor, sintió 'una responsabilidad enorme', y con cada desafío fue ganando más seguridad para reaccionar con velocidad frente a circunstancias que no son las habituales.

'Otra vez me pasó que estaba llevando una embarazada a Chacabuco y rompió la bolsa en la ruta, entonces tuve que poner la ambulancia en la banquina, prender las luces y hacer el parto ahí, que no es lo mismo que hacerlo en una sala de parto de un hospital donde está todo preparado, donde la enfermera que asiste es especialista y lo podría hacer sola, más otro ginecólogo que acompaña', indica. Al igual que en la experiencia anterior, calefaccionó el vehículo y llevó a la madre y el recién nacido a un establecimiento que contara con los recursos necesarios para monitorearlos.

'Ni ella ni yo nos olvidamos más de ese día, que fue tan fuerte, porque el mismo miedo y la inseguridad que tenía, también lo tenía yo por no poder resolverlo en el contexto adecuado, pero pudimos sacarlo adelante y hasta el día de hoy tengo relación con la mamá y el nene: hoy su hijo tiene 19 años, es más alto que yo, y nos comunicamos siempre', revela con alegría.

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