Sociedad

A 36 años de la muerte de Alberto Olmedo

Martes, 05 de Marzo de 2024 . 08:23 Hs.

5 de marzo de 1988. Mar del Plata. Había amanecido hacía un par de horas, faltaba poco para las 8 de la mañana. El cielo seguía cerrado, cargado de nubes que parecían de metal. Una llovizna desdeñosa y el viento frío y habitual frente al mar. Algunos madrugadores corrían mirando el agua, acompasando su respiración con el golpeteo de las olas contra las rocas. A los pocos que pasaban por Varese a esa hora no se les ocurrió mirar hacia arriba, más que para calcular cuando se iba a desatar la tormenta. De haberlo hecho se hubieran encontrado con una imagen espeluznante.

Un hombre de mediana edad, en cuero, colgando de uno de los balcones del piso 11 del edificio imponente que enfrentaba al mar, el Maral 39. Intentaba subir una de sus piernas, engancharla en la baranda antes de que sus manos no resistieran más. Una mujer, del lado de adentro del balcón, trataba de ayudarlo, hacía una fuerza inútil por traerlo de vuelta: la física estaba en su contra. La mujer tironeaba y gritaba. Hasta que el hombre no aguantó más y se soltó. Y cayó con los ojos abiertos, fijos en ella, en silencio, sólo las rompiendo y el silbido del cuerpo atravesando el aire, con los brazos abiertos, en cruz.

El verano anterior había sido, para Alberto Olmedo, el de los grandes contrastes. En el teatro, su obra El Negro No Puede batió todo los récords de recaudación en la historia de las temporadas de verano. En menos de tres meses lo vieron 120.000 espectadores. No sólo nunca tuvo localidades vacías sino que en cada función, tuvieron que recurrir a un viejo truco de los productores marplatenses: agregaban sillas en los pasillos y al costado de la sala para que entrara más público. Los sábados había tres funciones. Sus chicas, las actrices y modelos despampanantes que lo acompañaban –sobre las tablas y en la tele-, se habían convertido en las sex symbols indiscutidas del país. Susana Romero, Beatriz Salomón y Silvia Pérez monopolizaban tapas de revistas y los sueños húmedos de gran parte de la población; hasta había salido una edición especial de Playboy, Las Chicas de Olmedo, compilando sus desnudos: la publicación se agotó en horas. A la salida del teatro, los miembros del elenco (en especial Olmedo y las chicas) debían ser custodiados por guardaespaldas para que el cariño (o el fervor o la calentura) del público no los aplastara.

 

 

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